juguete nuevo

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3:16 p.m.



Estaba decidido a comprar esta cámara. Tenía la palanca de arrastre trabada, así que me ofrecí a llevarla al servicio técnico. Tres semanas después me pasaron el presupuesto y el alma se me vino al suelo: la reparación salía más cara que la máquina. Y así pasó que, cuando iba a devolvérsela a su dueño, éste terminó regalándomela. En algún momento vas a poder arreglarla y seguro le vas a dar más utilidad que yo -me dijo.
Hace poco, investigando sus características técnicas, me topé con una página japonesa que explicaba que la cámara poseía un sistema por el cual el disparador quedaba inactivo ni bien se acababan las baterías. De hecho, al ser una máquina fabricada en los 70, las pilas que utilizaba habían dejado de producirse hacía mucho. Sin embargo, con un poco de maña, se podía resucitarla adaptando baterías nuevas con papel de aluminio y cinta adhesiva.
Dicho y hecho: la cámara volvió a funcionar. Así es que ya mismo me la llevo para probarla. Espero poder publicar los resultados dentro de poco.

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sinvergüenza

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2:51 p.m.





El trote como práctica aeróbica tiene algo de absurdo. De hecho, es como correr sin objeto, escapar sin saber de qué. Cada vez que Brandon sale a correr, oprime play en su ipod y deja que fluya la música de Bach, intrincada y laberíntica como su propia conciencia: nada mejor para ejemplificar el mal de la época y el origen de la vergüenza con que la intimidad acabó por convertirse en un pecado inexpresable. Porque hoy es más sencillo (y menos vergonzoso) entregarse a la pornografía que al amor. De allí que corra de un lado a otro buscando saciar su lujuria. Y más tarde, recorra las sucesivas cicatrices en la muñeca de Sissy como las teclas de un piano barroco. Porque la soledad de nuestros días es inconfesable.

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