sinvergüenza

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2:51 p.m.





El trote como práctica aeróbica tiene algo de absurdo. De hecho, es como correr sin objeto, escapar sin saber de qué. Cada vez que Brandon sale a correr, oprime play en su ipod y deja que fluya la música de Bach, intrincada y laberíntica como su propia conciencia: nada mejor para ejemplificar el mal de la época y el origen de la vergüenza con que la intimidad acabó por convertirse en un pecado inexpresable. Porque hoy es más sencillo (y menos vergonzoso) entregarse a la pornografía que al amor. De allí que corra de un lado a otro buscando saciar su lujuria. Y más tarde, recorra las sucesivas cicatrices en la muñeca de Sissy como las teclas de un piano barroco. Porque la soledad de nuestros días es inconfesable.

About the author

Discípulo de sí mismo, amigo de unos pocos, conocido de casi nadie. Autor de El intruso, Ilión (novela fracasada), uno o dos poemas apenas leídos y algún que otro ensayo que todavía no sabe cómo comenzar.

0 hay que todavía piden sangre: