detalles de una vida intrascendente

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7:11 p.m.


A propósito de cuánto depende la construcción de una autobiografía de la habilidad que uno tenga para contarla, dejo aquí como ejemplo uno de los mejores monólogos acerca de una infancia de lo más ordinaria, pero narrada como lo más gracioso del mundo:






The details of my life are quite inconsequential… Very well, where do I begin? My father was a relentlessly self-improving boulangerie owner from Belgium with low-grade narcolepsy and a penchant for buggery. My mother was a 15-year-old French prostitute named Chloe with webbed feet. My father would womanize; he would drink. He would make outrageous claims like he invented the question mark. Sometimes, he would accuse chestnuts of being lazy. The sort of general malaise that only the genius possess and the insane lament. My childhood was typical: summers in Rangoon, luge lessons. In the spring, we’d make meat helmets. When I was insolent I was placed in a burlap bag and beaten with reeds — pretty standard, really. At the age of 12, I received my first scribe. At the age of 14, a Zoroastrian named Vilmer ritualistically shaved my testicles. There really is nothing like a shorn scrotum — it’s breathtaking. I suggest you try it.



Los detalles de mi vida son bastante insignificantes... De acuerdo, por donde debo comenzar? Mi padre era el propietario de una panadería nacido en Bélgica, con un implacable afán de superarse a sí mismo. Sufría de una leve narcolepsia y una inclinación por la sodomía. Mi madre fue una prostituta francesa de 15 años llamada Chloe que tenía pies de pato. Mi padre se volvería mujeriego y bebedor. Haría declaraciones escandalosas, como por ejemplo, que él inventó el signo de pregunta. A veces, acusaría a las castañas de ser perezosas. La clase de malestar general que sólo el genio posee y que el loco deplora. Mi infancia fue típica: veranos en Rangún, lecciones de luge. En la primavera, habíamos fabricado cascos de carne. Cuando me comportaba con insolencia, me introducían en una bolsa de arpillera y me azotaban con tacuaras… bastante común, por cierto. A los 12, recibí mi primer escriba. A los 14, una zoroastriana llamada Vilmer me afeitó los testículos en un ritual. En verdad, no hay nada como un escroto rapado… es impresionante. Les sugiero que lo prueben.
 


0 hay que todavía piden sangre: